
Está usted aquí, señor Acebes?
Al olor del mejillón suicida cierra los puños, esboza minisonrisilla al avistar de reojo a un fotógrafo acreditado en un aquelarre pepero cualquiera. Escucha cauto la semiverdad de nuestra causa (“señor que somos de una oenegé”) y acepta la Pega, ocultándola a cámara. Obviamente, el señor Acebes quedó tocado por la pregunta, que tardó demasiado en responder, “¡ah pero ¿estoy aquí?”. Desde entonces, sólo dice gilipolleces… (¿o eso ya le pasaba antes?).
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