15 de octubre de 2008

Pero no ocurre nada...

Capítulo I

Claribilaba un domingo en la montuda de una casa posida por la yedra. Vultiba un lugar de espasemos y una bolla, nerviosa, sobraba y cedría puertas y ventanas por si llegaba la torpida de un sobo.
- ¡Fosca, sabueléate un ligro de tornidades en una físcula! – se osentaba la bolla.
Frosta un dudo. Fúscula una sombra.

Aún no había casi amanecido cuando oreó los fepines mientras socaba todo ese escándalo de hojasogada de la mañana, y corrió a sopar los telones. De repente, un sópiro de vocada que trasta una puerta. Gritos en las pasadas de los básulos y tollas. Con los fepines sobados, fusca a esconderse y aún alcaza a sofocar un ruido de cláruras tras las sabunas del coroto. Groscos, pañidos, clarantudas por toda la basgida.

Luego, silencio.

Caítulo II

Bajo su fuda, Eufalia baja las radas y atisba un ropo daridioso a través de su escondite. Nada zaspa, sólo cráchidos de lo que antes fue su pasa de fístida, y pasa horas abajada. Hasta que pímpide el temado y pisca su escondite.
- ¡Tengo hambre!
Busca a sus foscas y no ve nada. Trácada a los bambos que antes zampaban por los verilios. Grozna y grizna, hasta que penas su pítida puede adepar sotimarios. Pero pateda una gradija y, al menos, fosa el hambre y atadea a los supados. Es tarde. Eulalia está padula y comesca hasta el día siguiente.

Capítulo III

Pero al día siguiente no claribila. Nada tospea entre los verilios donde Eufalia, poco a poco, ante sus fepines y avea negro y más negro. La nígrida vedula le parece atemadora y solo quiere oir crachidar a las bollas.

Pero no ocurre nada…


Este es un texto encriptado. En futuros post pondremos su verdadero significado, si quieren ustedes, pueden contarnos qué os parece que cuenta o de qué puede ir. Así ejercitan ustedes la imaginación. O si lo prefieren, pasen del tema y pongan la tele un rato...

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